El invierno pasado participamos en la excursión organizada por la Asociación Tajamar por las ferrerías de Cantabria y los paisajes del hierro y el agua, con la feliz coincidencia del día internacional del agua.
Esta vez tocó el valle del río Nansa y los ingenios hidráulicos que se despliegan en torno a su cauce. Pudimos conocer gracias a Luis Azurmendi y Ángeles Gómez la ferrería de Cades, la única ferrería restaurada en Cantabria y descubrir la ferrería de Cosío, otra joya del patrimonio preindustrial cántabro.
Las ferrerías y la producción siderúrgica en época preindustrial.
En la Edad Media, la producción de hierro se realizaba en las llamadas ferrerías de altura, de monte, o de viento, debido a su localización en lugares próximos a las menas de mineral (normalmente situados a media ladera), y sobretodo, muy próximas a los bosques, donde se producía el carbón vegetal necesario como combustible para la fundición de hierro. Estas ferrerías primitivas constaban de un horno semienterrado, de aproximadamente un metro de diámetro, construido con piedra labrada y revestido de arcillas refractarias, con un grueso de pared de aproximadamente 30 cm. Se ubicaban de forma que se pudiesen aprovechar para la combustión los vientos dominantes, pero también se utilizaban fuelles manuales para insuflar aire en su interior y aumentar la temperatura, necesaria para la obtención de hierro (Morís Menéndez, 2008, Quirós Castillo y Bengoetxea Rementería, 2006). Este tipo de ferrerías estuvo en uso hasta el final de la Edad Media, conviviendo ya en los siglos XIV y XV con las nuevas ferrerías hidráulicas.
El aumento de la demanda de hierro que supuso el crecimiento demográfico, las nuevas técnicas militares, o la creciente industria naval, entre otras razones, favoreció el desarrollo de las ferrerías, que poco a poco fueron implantándose en el paisaje, especialmente a partir del siglo XVI. Se pasó de la producción metalúrgica en el monte a trasladarla a los valles, para aprovechar la energía hidráulica. Con ella, se movían las palas de las grandes ruedas que accionaban los fuelles para el horno de reducción, y el martinete, martillo o mazo, para la transformación del mineral en lingotes del hierro. La energía hidráulica supuso una pequeña revolución, ya que permitió reducir los costes de producción, obteniendo piezas más grandes y de mejor calidad con un menor coste.
La construcción de una ferrería exigía una inversión altísima que no estaba al alcance de la población campesina, siendo sus promotores las elites económicas y los sectores acomodados, que veían en ellas una inversión rentable, y que les permitía aprovechar los recursos de los bosques, si bien de forma extensiva e incluso dañina.
Conviene distinguir entre las ferrerías mayores, (p. ej. Cades y Cosío), de las ferrerías menores. Las primeras estaban orientadas a la calcinación del mineral y su combustión y reducción, y para ello era necesario un horno para la calcinación y otro, alimentado por un fuelle mecánico, para su reducción. También estaban dotadas de un martillo o mazo, accionado por energía hidráulica, para golpear la masa extraída en caliente del horno, eliminando las impurezas y convirtiéndola en el “tocho”. Las ferrerías menores son las pequeñas fraguas o martinetes, distribuidas por pueblos y ciudades, que se dedicaban a transformar los tochos de hierro en útiles. Contaban con un horno de fundición para calentar los lingotes y un yunque y martillo para transformar el hierro en objetos. No es infrecuente que ambos tipos de establecimientos convivan en el mismo espacio, permitiendo la transformación del mineral en objetos de hierro en el mismo lugar.
Elementos de una ferrería.
Las ferrerías constan de diferentes elementos, aunque se podrían dividir en dos partes: la instalación hidráulica, y el edificio que alberga los ingenios, el martillo y el horno.
Las ferrerías utilizan como motor la fuerza del agua, que es trasladada desde los cauces de los ríos hasta el mazo. Para ello, se construían presas de madera o de piedra en los ríos, que permitían aumentar el caudal del agua, y desviarla por un canal hasta la ferrería. El canal puede adoptar diferentes soluciones, desde una sencilla excavación en el terreno hasta canales forrados de piedra o construidos con ella. Los canales disponen de compuertas a la entrada y salida, para regular el caudal, y de aliviaderos para eliminar el exceso de agua. El canal deriva en una estructura adyacente al edificio de la ferrería, la antepara, un depósito de agua elevado, donde se almacena el agua, a cierta altura para aprovechar la fuerza de su caída y hacer funcionar las ruedas hidráulicas que hacen funcionar los ingenios. Las ruedas hidráulicas se ubican bajo la antepara, y sobre ellas cae el agua conducida hacia ellas desde la antepara. El ferrón controla desde el interior del edificio la apertura o cierre de las compuertas que permiten el paso de agua para el funcionamiento de la maquinaria.
En el edificio de la ferrería, encontramos los ingenios accionados por la fuerza del agua, mediante ruedas hidráulicas. Generalmente, la rueda hidráulica es vertical, y de palas. Está encastrada en un eje de madera, el árbol, que transmite el giro de la rueda a las levas encastradas en el otro extremo, que son las encargadas de transmitir la energía al extremo del mango del mazo, y a accionar los fuelles para alimentar el horno.
Por un lado, tenemos una rueda hidráulica, con su correspondiente árbol, encargada del funcionamiento del martinete o mazo, que golpea rítmicamente sobre el yunque; por otro, otra rueda se encarga de accionar los fuelles que alimentan el horno a través de una tobera, lo que le permite alcanzar una temperatura elevada, para la reducción y fundición del metal.
Dibujo de Luis Azurmendi. Fuente http://litoralatlantico.blogspot.com.es/
El horno suele ser un pozo semienterrado, abierto, revestido de material refractario o piedra, y en él se colocan capas alternativas de vena de hierro y carbón vegetal. Un grueso muro a modo de cortafuegos lo separa de los barquines o fuelles, que introducen el aire en su interior mejorando la combustión y aumentando la temperatura, accionados mediante una rueda hidráulica.
Adosados al lugar de trabajo de los ferrones, se encuentran los espacios dedicados a las carboneras, en los que se vierte el carbón desde unos vanos abiertos en la parte superior, que permiten acumular gran cantidad de carbón en un plano de inclinación, que va desde el extremo superior de la carbonera hasta la abertura que comunica con el espacio de trabajo, donde los ferrones lo toman para el horno. El carbón se fabricaba en carboneras en los bosques, y se transportaba hasta las ferrerías. El uso masivo de carbón vegetal provocaba una deforestación importante, que se acusa aún hoy en los paisajes, y no pocos litigios con los vecinos de las zonas donde se asentaban las ferrerías.
En las ferrerías trabajaban los ferrones, (maestros, oficiales y aprendices), organizados en cuadrillas, que se alternaban de forma estacional debido a la dureza del trabajo, y que vivían en el mismo edificio o sus inmediaciones. Su esperanza de vida no era muy alta, debido a las exigentes condiciones de trabajo.
Para más información sobre el funcionamiento de una ferrería, que hemos descrito a grandes rasgos, remitimos a esta página dedicada a las ferrerías en el País Vasco (pinchar aquí), así como a la documentación citada en la bibliografía.
La ferrería de Cades.
El edificio está situado junto al río Nansa, en el valle de Herrerías. Forma parte de un conjunto del siglo XVIII que consta de una casona principal y edificaciones auxiliares, como una panera, capilla, y dos molinos harineros, uno de ellos recuperado y musealizado, y el otro, un molino de sangradera que aprovechaba las aguas del canal que conducía el agua a la ferrería.
El conjunto de la ferrería de Cades aparece citado ya en el catastro de Ensenada, de 1752. También hace referencia a la misma el Diccionario Geográfico Estadístico de Sebastián Miñano (1826), diciendo de ella que «una ferrería que labra como 800 quintales de hierro». Madoz (1845), alude a ella también brevemente: «solo sirven sus aguas (las del Nansa) y las del Taneda para moder las máquinas de un molino y una ferrería. IND. el molino harinero y la ferrería de que se ha hecho mérito».
Ésta repite el mismo esquema que se puede observar también en la ferrería de Cosío. Responde a un mismo modelo de ferrería, difundido por en la cornisa cantábrica por la circulación de los ferrones vascos: una planta de dos naves principales donde se colocan los ingenios hidráulicos conectadas entre sí, a las que se adosan perpendicularmente cuatro naves usadas como carboneras.
Recientemente la ferrería ha sido restaurada, junto al molino anexo y todo el entorno, de manera que actualmente el visitante puede conocer la ferrería gracias a demostraciones de su funcionamento, al igual que en las ferrerías de Taramundi en Asturias y Pobal en el País Vasco, donde se simula el método del obtención del hierro y la ferrería se convierte en un elemento dinamizador del valle.
La restauración ha sido llevada a cabo por los arquitectos Luis Azurmendi y Ángeles Gómez Carballo, promovida por la Asociación de Desarrollo Rural Saja Nansa, con unos objetivos claros: la conservación del patrimonio y su memoria, la reutilización como recurso turístico y la función didáctica.
(Ver imágenes de las obras de rehabilitación de la ferrería aquí)
Dibujo del proyecto de restauración de la ferrería de Teixois, Taramundi, Asturias, por José Luis García Grinda. Fuente http://premiorafaelmanzano.blogspot.com.es/2013/07/seminario-internacional-la-arquitectura_9.html
Sección longitudinal por la antepara donde se observan las ruedas hidráulicas: a la izquierda la que mueve los barquines y a la derecha la que acciona el mazo. Dibujo del proyecto de restauración de la ferrería de Cades por Luis Azurmendi y Ángeles Gómez Carballo. Fuente: http://litoralatlantico.blogspot.com.es/
En la misma se pueden diferenciar dos criterios o métodos de intervención perfectamente integrados: uno más “agresivo” que responde a la necesidad de cubrir el espacio, dotarlo de luz natural y ampliar el espacio museístico.
Cubierta de la ferrería y cortafuego.
El edificio había perdido la cubierta por lo que fue necesario crear una nueva. Se optó por una solución intermedia. Por una parte, al no existir vestigios de la cubierta original, se resolvió buscando modelos en la arquitectura vernácula de la zona. Ciertamente, la solución es muy próxima a lo que debió ser el original, que creemos que era de vigas macizas de roble o castaño, con pies de apoyo que sustentaban las correas, aunque reinterpretadas con el añadido de pequeñas cerchas a modo de apoyo la estructura de cubierta.
Conservando el edificio sus estructuras originales, en dos de las carboneras se crea un espacio intermedio, una entreplanta, para la instalación museística y recepción de visitantes. Los nuevos materiales utilizados tienen intencionalidad de permanencia: madera, aceros autooxidantes, vidrio, cobre y cemento que responden sin duda al interés por diferenciar entre el paramento original y la intervención, sin ánimo de crear un falso histórico pero sin desequilibrar estéticamente el conjunto. Son las únicas alteraciones que ha sufrido el edificio.
Y otra intervención más de carácter “arqueológico”, en las carboneras y sala de máquinas, en la que se ha procurado mantener intactos tanto espacios como superficies en vistas a futuras intervenciones arqueológicas. En estos espacios, donde apenas se ha intervenido, el visitante tan solo puede acceder a través de una pasarela, liberando de esta manera el suelo original, por lo que el edificio no sufre ningún tipo de alteración debido a la afluencia de visitantes. Tampoco se ha intervenido en paramentos manteniendo las texturas y materiales intactos. Sin duda una solución muy adecuada ya que posibilita cualquier intervención arqueológica futura. La maquinaria ha sido restituida martinetes, mazo, fuelles, etc. debido a que tan solo se conservaba el yunque.
Pero el mayor de los aciertos ha sido la recreación del ambiente. Desde que descendimos a la sala de máquinas y carboneras las corrientes de aire de ventilación son continuas, la luz cenital invade las salas de almacén del carbón y destacan las texturas de los muros, los olores, el sonido del agua golpeando las palas, los martinetes y el mazo.. un cúmulo de sensaciones que te hacen viajar en el tiempo. A diferencia de la ferrería del Pobal (donde el proyecto de gestión es envidiable), en Cades los espacios museísticos y la teatralización se han reducido en favor de mantener el carácter primigenio de la ferrería, algo que le suma valor a la intervención.
Imágenes de la sala de máquinas. Horno y mazo.
Recreación del cuarto en el que vivía el Maestro Aroza durante los meses que la ferrería estaba en funcionamiento y su maquinaria a pleno rendimiento.
El entorno en las inmediaciones de la ferrería se ha procurado mantener con alteraciones mínimas, pero adecuándolo a nuevos usos turísticos y de servicio a los visitantes (construcción de un pequeño aparcamiento y de aseos), entendiendo la ferrería como un conjunto inalterable, donde conviven patrimonio industrial y entorno natural. La presa y el molino próximos se han mantenido intactos, y se ha creado un pequeño paseo sobre los muros del cannal de agua, que se dirige al río, y en el que se pueden ver diversas especies de vegetación autóctona (hayas, acebos, rusco, laurel, entre otros) y que continúa hasta el cauce del Nansa, por una pequeña pasarela de madera.
Imágenes del entorno de la ferrería y del molino sangradera.
La ferrería de Cosío
La ferrería de Cosío es obra posterior a 1752, pues no consta en las Respuestas Generales al Catastro de Ensenada. Sabemos que a mediados del siglo XIX estaba en decadencia. Madoz (1845), dice de Cosío y su ferrería lo siguiente: «al Nansa solo uno de madera (puentes), dando movimiento sus aguas a una ferrería y tres molinos harineros. Los montes que rodean a este pueblo, hubo tiempo en que todos estaban muy poblados, en la actualidad solo el llamado Monte de la Frente, sit. al SO, el de los Troncos al S. y el conocido por Toral del Abegero al E. son los que aparecen cubiertos de robles, hayas, manzanos silvestres y otros árboles, útiles para maderas de contrucción y leñas. Si bien todas estas montañas están cruzadas por caminos, estos sin embargo no salen de ellas, pues son hechos solo para la conduccion de carbones a la ferrería, y para entrar en la carretera que va a la cap de la prov. y pasa 1/4 de hora del pueblo (…) IND: elaboración de maderas, la ferreria y molinos enunciados, en decadencia aquella por la poca salida y bajos precios del hierro y por lo caro de la vena y carbones.»
La ferrería de Cosío se encuentra en el margen derecho del río Nansa. Se conserva en muy mal estado, prácticamente abandonada y cubierta de maleza. Las carboneras se han reutilizado como establos y no queda rastro de la cubierta ni de la maquinaria.
Reproduce el mismo modelo que la ferrería de Cades, una sala de máquinas, dividida en dos partes por un muro cortafuegos, que albergaría en un lado el mazo y el horno, y en el otro la entrada y los fuelles de alimentación. Perpendicularmente a esta sala rectangular, se disponen cuatro carboneras, donde se almacenaría el mineral para el consumo del horno. En los exteriores podemos ver el canal y algunas estructuras en ruinas sin identificar.
La ferrería de Cosío constituye un ejemplo de la degradación y desprotección del conjunto de ferrerías de Cantabria, donde a diferencia de otras comunidades como el País Vasco o Asturias, tan sólo se ha puesto en valor la ferrería de Cades.
Imágenes de la sala de máquinas.
Imágenes del exterior de la ferrería y canal.
Bibliografía y recursos web.
Azurmendi, Luis y Gómez, Ángeles (2003). Restauración de la ferrería de Cades en Cantabria. Restaurar y reproducir. Revista Litoral Atlántico. Asociación Cultural Tajamar.
Ceballos Cuerno, Carmen. Las ferrerías de Cantabria o la pérdida de un patrimonio.
Corbera Millan, Manuel (1998). El impacto de las ferrerías en los espacios forestales (Cantabria, 1750 – 1860). Ería, 45. págs. 89-102.
Marcos, J. y Bohigas, R. (1999). Excavación arqueológica de la ferrería de Cades (Herrerías, Cantabria). Informe arqueológico. Hierro al Mar. Minas, bosques, ferrerias, astilleros y arsenales, Revista Litoral Atlántico. Asociación Cultural Tajamar.
Morís Menéndez, Gonzalo (2008). Ingenios hidráulicos históricos: molinos, batanes y ferrerías. 2ªedición. Oviedo-Gijón: Colegio Oficial de Ingenieros Superiores Industriales de Asturias y León; Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Gijón. 230 p. ISBN: 84-606-3057-9.
Quirós Castillo, Juan Antonio; Bengoetxea Rementería, Belén (2006). Arqueología III. Arqueología Postclásica. Madrid: UNED. 576 p. ISBN: 843625290X.
La Ferrería de Cades bate récord de visitantes. Blog de Patrimonio Industrial Arquitectónico.
Recuperando la memoria. Ferrerías de Asturias.
Restauración ferrería de Cades
Santiago R.P. y Paloma S.B.